lunes, 10 de febrero de 2014

Santa Clara

     Ay.. Santa Clara , Santa Clara,.... Por fin es domingo, mi primer domingo en Libreville. Hay plan y se llama Santa Clara. 

     Tras unos retrasos, mis compañeros me pasan a buscar por el hotel para ir de excursión. El plan es claro, pasar por el super a comprar un poco de bebida (cervezas y coca-colas) y un poco de comida ( a determinar) para descansar placidamente en la playa. Primer inconveniente, paramos en el primer supermercado de carretera y.......esta cerrado!!!! Preguntamos y parece que esa es la tónica general, bueno pues plan B , parece que más adelante hay unos chiringuitos de carretera regentados por Malienses, así que vamos para allí. Aunque nos vamos a conformar con una chips y unas cervezas para pasar el día, no hay mucha cosa en los chiringuitos. Seguimos nuestro camino dejando las edificaciones atrás y cada vez ganando más terreno, el verde de la selva. Nuestro viaje queda interrumpido por el típico control policial, en la que comprueban la documentación de pasajeros y coche. Mientras vamos observando el paisaje percibimos una pequeña aglomeración de coches, un  mercado de carretera, perfecto para comprar. Así que compramos dos enormes piñas. Nos ponemos en marcha de nuevo con nuestro querido coche Jimmy, Llegamos al cruce donde debemos desviarnos por una carretera de tierra, y nuestro conductor para el coche para cambiar al modo 4x4. El paisaje en este punto es abrumador, la verdad, los árboles son de dimensiones colosales y da la sensación que se pelean unos con los otros por llegar lo mas alto posible, aunque  en un país como estos cuando te fijas más, no hay porque pelearse, hay luz y agua para todos, en las copas , en las bases de los árboles, en todos lados. Ante esta imagen te das cuenta que esto es lo que la naturaleza llama el paraíso, dado que aquí pueden vivir una amplia gama de plantas, animales y microorganismos, muchos según dicen por descubrir. La lucha no es contra la naturaleza, sino entre ellos mismos para ocupar el espacio, porque aquí todos se sienten fuertes. Toda esta masa verde contrasta con una carretera de tierra de color rojo intenso que proviene se su alto contenido en elementos ferrosos, según dicen. Tras pistear por un camino en muy buenas condiciones llegamos al desvió…. a la izquierda… después de un par de kilómetros se adivina que llegamos a un complejo hotelero que no les suena a mis compañeros, media vuelta… El siguiente desvió, sí es el correcto, el camino se encoje y parece devorado por la naturaleza, ya no vamos a cielo descubierto, si no que tenemos un techo verde a base  de árboles y palmeras por doquier, el camino, enfadado, nos hace rebotar contra los asientos al ritmo que las cervezas de cristal marcan el ritmo rebotando entre ellas. Esta es la buena, llegamos a una explanada verde de césped con palmeras de cocoteros salpicado de pequeñas casitas de una planta que limitan con el frente marítimo. Entre el césped corren gallos, gallinas, cabras, algún cerdito y como no algún perro de aspecto escuálido.

     Aparcamos el coche y nos viene a recibir el “ Gardien” , aquí los hay en todos lados. Nos instalamos en las cómodas hamacas y abrimos unas cervezas…. Si!!! esto es un fin de semana de relax. Para comer tenemos las piñas,  la verdad que son muy acuosas y diferentes a las que se encuentran por allí, pero están muy buenas y parece una buena dosis de vitamina  C. Después de la piña decidimos dar un paseo por la playa, parece que es un clásico venir por esta zona porque a 10 minutos a pie encontramos una especie de merendero junto  a la playa abarrotado de gente con sus 4x4, quads de playa y comiendo sobre unas mesas cubiertas, como no podía ser de otra manera, por una tejadito de chapa de aluminio para los diluvios. Por el resto comentar que la vegetación, árboles, palmeras y plantas avanzan hasta donde las olas le permiten y como estamos en un estuario, llegan hasta el borde.

     En un momento el cielo nublado se oscurece de repente y empiezan a caer cuatro gotas, mirando hacia el mar se percibe como un chaparrón nos va alcanzar en poco tiempo. Mientras yo me pongo a resguardo, cerca de nuestra casa, unos locales y otros aparentemente extranjeros empiezan a dar saltos de alegría y se dirigen  a toda prisa al mar. Se tiran, saltan, gesticulan, exclaman,…. A mi me recuerda, cuando llueve en zonas que solo pasa una vez al año… pues igual pero aquí llueve cada día…. Cosas de la vida. 


     Después de media hora de diluvio, para y decidimos poner rumbo a casa, los mosquitos a partir de las cinco de la tarde, una hora antes de que se vaya el sol, se empiezan a poner pesados y el repelente parece que no les hace demasiado efecto. Ha  sido una gran jornada de relax. Solo hay que mejorar la logística de la comida para la próxima vez.

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